
Mucho se habla sobre la educación en valores. Hoy en día constituye el eje fundamental dentro de la necesidad de llevar a cabo una serie de medidas adoptadas de forma intergubernamental al terreno educativo, para encaminar la conducta en las personas en pos de un mundo más justo, equitativo e inclusivo. De manera que nos permita crear un modelo de convivencia basado en el respeto hacia los demás, la igualdad, la democracia, la solidaridad y la empatía.
En un sentido más amplio, se trata de que la educación no se limite únicamente al aprendizaje de temarios impartidos en los diferentes currículos básicos de enseñanza y asignaturas convencionales. Pero, ¿cuáles son los valores fundamentales a tener en cuenta dentro de esta materia transversal?. Puede parecer evidente para todos la respuesta a esta pregunta, pero desde nuestro blog queremos enumerar algunos valores de manera concisa e inequívoca:
La tolerancia.
La igualdad.
El respeto a la diversidad.
La empatía.
La amistad.
La paciencia.
La comprensión.
La solidaridad.
La cooperación.
La preservación del medio ambiente y el amor a la naturaleza.
La detección de las necesidades especiales. [Vivas Cano, Paula: ¿En qué consiste la educación en valores?, 2019.]
Así pues, los valores constituyen asimismo cualidades que sugieren que una determinada conducta es socialmente mejor que otras, las cuales, según entendemos, se caracterizan por ser «contradictorias y opuestas». Existen diferentes tipos de valores, entre ellos, los familiares, los personales y los socioculturales.
Por otra parte, como bien afirman René González Boto y Belén Tabernero Sánchez, «en España hubo un punto de inflexión clave a partir del cual podemos hablar de una educación transversal. Se produce una vez implantada la Ley Orgánica General del Sistema Educativo en 1990 (LOGSE) en donde se hizo referencia de forma expresa el tratamiento pedagógico de determinadas temáticas que se vinculaban con diferentes problemas sociales relacionados con la salud, el consumo, el medio ambiente o la convivencia entre otros. Tras esta primera aparición en un documento oficial a nivel estatal se continúa con esta línea educativa en los diferentes decretos del currículo para cada una de las etapas educativas y en los desarrollos normativos autonómicos en muchas de las Comunidades Autónomas que paulatinamente iban asumiendo competencias en materia educativa desde entonces hasta la actualidad».
Ambos académicos coinciden en la interrelación existente entre la educación en valores dentro de la propia escuela y la incorporación de los temas transversales en el currículo. Y es que «la necesidad de educar en valores es sinónimo de incluir los contenidos transversales en el sistema educativo» :
“Los Temas Transversales están relacionados con los valores, ya que hablar de transversalidad es hablar de valores” [González-Lucini, 1993]
Estos temas transversales que el autor [González-Lucini, 1993] relaciona con la educación en valores son los siguientes:

- Educación ambiental.
- Educación para la paz.
- Educación moral y cívica.
- Educación sexual.
- Educación para la igualdad de oportunidades.
- Educación para la salud.
- Educación del consumidor.
- Educación vial.
Basándonos en todo lo anterior, tema que podríamos ampliar mediante artículos y estudios que sugeriremos al finalizar esta entrada, necesarios para profundizar y conocer adecuadamente la importancia dentro de la educación en valores de los temas transversales y la manera en que se relacionan, podríamos rescatar de una manera lógica al teatro y a la literatura como medios de aprendizaje transversal.
Por poner un ejemplo, la novela corta «A Christmas Carol» del británico Charles Dickens, publicada en el año 1843. Novela que se ha adaptado al teatro infinidad de veces por numerosos países y compañías teatrales.
El señor Scrooge es un hombre avaro y tacaño que no celebra la Navidad, solo piensa en ganar dinero. Por ello es lógico que también sea un hombre solitario. Durante la víspera de Navidad, ambientada en la ciudad de Londres durante una noche fría y con niebla, Scrooge recibe la visita del fantasma de su antiguo socio, Jacob Marley, muerto siete años atrás.
Este le describe como un adicto al trabajo que interesado solamente por el dinero es «duro y agudo como un pedernal que ningún eslabón logró jamás sacar una chispa de generosidad; […] secreto, reprimido y solitario como una ostra». Asimismo, le cuenta que por haber sido avaro en vida toda su maldad se ha convertido en una larga y pesada cadena que debe arrastrar por toda la eternidad, «hecha con arquillas para dinero, llaves, candados, libros de contabilidad, escrituras de compraventas y pesadas talegas de acero». También le advierte de la llegada de otros tres fantasmas esa misma noche, oportunidad que tendrá de cambiar y de «evitar un destino peor».
Pero Scrooge no se asusta y lo desafía. A la llegada de los tres fantasmas de las Navidades, hilo conductor de la trama, el protagonista debe acompañarlos a evocar momentos de su infancia y su juventud, «etapas caracterizadas por su amabilidad e inocencia». Aparece primero el del Pasado, que le hace recordar a Scrooge estas primeras etapas de su vida, repletas de melancolía y añoranza. La segunda aparición la hace el fantasma del Presente, quien hace ver al tacaño la actual situación de su empleado Bob Cratchit, que a pesar de su pobreza y de la enfermedad de su hijo Tim, celebra la Navidad en familia.
Por último, el sombrío fantasma del Futuro le muestra el destino de los avaros y de los tacaños. Entonces Scrooge observa su casa saqueada por los pobres, el recuerdo gris de sus amigos de la Bolsa de Valores y la muerte del pequeño Tim. Pero lo más espantoso para él resultará ver su propia tumba. Ante ella, el personaje se horroriza de tal manera que suplica una nueva oportunidad para cambiar.

La novela, y la adaptación al teatro, finaliza cuando Scrooge «se despierta en su habitación el día de Navidad convertido en un hombre generoso y amable, ávido de celebrar las fiestas con los demás». Acude de este modo a casa de su sobrino para cenar, dona una considerable cantidad de dinero a los pobres, aumenta el sueldo de Cratchit y le ofrece apoyo económico para el cuidado de su hijo Tim.
De más estaría escrudiñar los valores que el autor británico pone de manifiesto en su obra. Evidente resultan la empatía, el respeto, la generosidad, el rechazo a la discriminación basada en diferencias de sexo, raza, clase social, ideología y categoría profesional, entre otros.
Obras como la de Dickens, merecedoras de inculcarlas no solo a modo de lectura sino también de incluirlas como representaciones en las aulas y en los centros educativos, existen otras tantas dentro de nuestra literatura española. Autores como Valle-Inclán, Lorca, Rafael Alberti, Tirso de Molina, Calderón de la Barca, Miguel Mihura y Unamuno nos brindan ejemplos de ellas.
Tanto la educación en valores como los temas transversales en constante interrelación con la primera, «sugieren el empleo de un conjunto de estrategias didácticas muy específicas. Utilizar los juegos de simulación, los debates, las mesas redondas, los comentarios de películas, noticias de actualidad o el análisis de un hecho ocurrido en el propio centro educativo son, entre otras, alternativas apropiadas que contrasta con las estrategias didácticas oportunas para otros contenidos y aprendizajes», como bien señala María del Pilar Valseca Martín.
Una tarea a la que nosotros nos sumamos y que ponemos de manifiesto en cada una de nuestras actividades. Motivo por el cual le conferimos gran importancia a todas nuestras obras teatrales clásicas, contemporáneas y de nuevos autores, dispuestos a llevar sus obras en valores a todos los centros educativos posibles.
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