
Willy Loman: No puedes comerte la naranja y tirar la piel.. ¡Un hombre no es una fruta!.
«Muerte de un viajante» se estrena en 1949 en Nueva York, donde obtiene un inmediato éxito y lanza a Arthur Miller a la fama. Mediante un lenguaje actual y una estructura magníficamente construida, se relata la tragedia del hombre víctima del capitalismo y del conocido «sueño americano». Pero la historia de Willy Loman no solo trata sobre las consecuencias fatales que acarrea una familia americana por un sistema económico, social y político destructivo, sino también de las posibles incomprensiones internas, existentes dentro de cualquier núcleo familiar.Su autor nos presenta una historia que cobra sentido gracias a la retrospectiva de los hechos, manifestada a través del ensimismamiento de Willy. Una técnica dramática que hace de esta obra una obra maestra. La coexistencia de diferentes lugares y sucesos del pasado con el presente, resulta altamente atractiva.
Willy Loman, un comerciante que viaja constantemente para lograr sobrevivir de las comisiones de sus ventas, vive un sueño imposible y latente hasta cumplir los sesenta años. Cuando Willy parece ser consciente de la realidad tras tantos años, vuelve a sumergirse en este sueño por no enfrentarse a la verdad. Un hombre cargado de remordimientos a causa del fracaso de su hijo Biff. A diferencia de Medea, Willy no comete un crimen concreto y puntual, sino que se equivoca gradualmente a lo largo de toda su vida. Su culpa radica en engañarse a sí mismo y a los demás.
Happy, el menor de los hijos de Willy Loman, es un mujeriego quien ha heredado eficazmente el arte del engaño. A diferencia de su padre, ha tenido suerte en el trabajo, pero Miller nos lo presenta como un precursor del protagonista, ni siquiera parece importarle la muerte que planea este. Linda, la madre, ama incondicionalmente a Willy y hará todo lo posible por complacerle. Aunque preocupada por su marido, está destinada a sufrir en silencio y se enfrentará a sus hijos por tal de que Willy sea feliz. Biff es el primogénito de la unión entre Linda y Willy. Criado bajo la ilusión y bajo la complacencia de su padre, e incapaz de lograr culminar alguna cosa, no gana ni veinte dólares a la semana cuidando ganado en una granja.
Toda la tragedia familiar parece desencadenarse cuando Biff decide regresar a casa para encontrarse a sí mismo. Y es que este cuando apenas tenía 17 años no pudo calificarse para ingresar en la universidad. A pesar de que Howard, su amigo, le advertía por aquel entonces sobre la importancia de estudiar, Biff, víctima de la tolerancia excesiva de su padre no aceptará los buenos consejos. Asimismo, Willy Loman, en lugar de aprobar la visión del compañero, alienta a su hijo de no preocuparse pues en un futuro, le asegura, será mejor comerciante que Howard. Un engaño por el cual Biff terminará fracasando en todo lo que se propone, preso de la inutilidad y de la confusión a lo largo de toda su corta vida.
Pero a pesar de todo ello, Biff será el único quien comprenderá que está viviendo una mentira, abrirá los ojos y tendrá la oportunidad de saber quién es en realidad. Se acabaron los engaños para él, estará dispuesto a aceptarse a sí mismo y a armarse de valor para decir la verdad:
Biff (a Happy): ¡No sabe quiénes somos!. ¡Pues va a saberlo!. (A Willy) ¡En esta casa nunca se ha dicho la verdad durante diez minutos!.
Los diálogos irán definiendo a los personajes. Poco a poco sabremos, a través de los sucesos ocurridos y revelados dentro de la inusual estructura de la obra, el motivo que tendrá cada uno de los caracteres para actuar del modo en que lo hacen:
WILLY (al percibir de repente la presencia de Biff, se vuelve y le mira, y entonces empieza a recoger confusamente los sobres de semillas): ¿Dónde diablos está esa semilla? (Con indignación) ¡Aquí no se ve nada! ¡Han encajonado todo el puñetero barrio!.
BIFF: Estamos rodeados de gente. ¿Es que no te das cuenta?.
WILLY: Estoy ocupado. No me molestes.
BIFF (quitándole el azadón a Willy): He venido a despedirme de ti, papá. (Willy le mira en silencio, incapaz de moverse) No volveré nunca más.
WILLY: ¿No verás mañana a Oliver?.
BIFF: No estoy citado con él, papá.
WILLY: ¿Te pasó un brazo por los hombros y no te dio una cita?.
BIFF: A ver si nos entendemos, papá. Cada vez que me he ido, ha sido a causa de una pelea. Hoy he comprendido algo acerca de mí mismo, he intentado explicártelo, y… creo que no soy bastante listo para exponértelo con claridad. No importa de quién sea la culpa. (Toma a Willy del brazo) Asunto concluido, ¿de acuerdo? Vamos adentro, se lo diremos a mamá. (Tira suavemente de Willy, tratando de llevarle a la izquierda.)
WILLY (rígido, inmóvil, con un dejo de culpabilidad): No, no quiero verla.
BIFF: ¡Vamos! (Tira de nuevo, y Willy trata de zafarse.)
WILLY (muy nervioso): No, no, no quiero verla.
BIFF (intenta mirar a Willy a la cara, como para descubrir en su semblante la respuesta definitiva): ¿Por qué no quieres verla?.
WILLY (ahora con más rudeza): No me molestes, ¿quieres?.
BIFF: ¿Qué significa eso de que no quieres verla?. No querrás que te llamen cobarde, ¿verdad?. Esto no es culpa tuya; yo soy el único culpable, el vagabundo. ¡Y ahora entra en casa! (Willy se esfuerza por apartarse.) ¿Has oído lo que te he dicho?.
(Willy se zafa y rápidamente se dirige a la casa. Biff le sigue.)
LINDA (a Willy): ¿Has plantado las semillas, querido?.
BIFF (en la puerta, a Linda): Ya hemos puesto las cosas en claro. Me marcho, y no os escribiré nunca más.
LINDA (se acerca a Willy, en la cocina): Creo que eso es lo mejor, cariño, porque no tiene sentido seguir así, nunca os llevaréis bien.
(Willy no responde.)
BIFF: Si la gente os pregunta dónde estoy y qué hago, decís que no lo sabéis y que no os importa. Así os lo quitaréis de la cabeza y podréis recuperar la alegría. ¿De acuerdo?. Todo arreglado, ¿no es cierto? (Willy guarda silencio, y Biff se acerca a él.) ¿Vas a desearme buena suerte, papá?. (Le tiende la mano.) ¿Qué dices?.
LINDA: Dale la mano, Willy.
WILLY (volviéndose hacia ella, profundamente afectado): No hay ninguna necesidad de mencionar la estilográfica, ¿sabes?.
BIFF (suavemente): No estoy citado con él, papá.
WILLY (enfurecido): ¡Te pasó el brazo por…!
BIFF: Nunca me verás tal como soy, papá, ¿para qué vamos a discutir?. Si encuentro petróleo, te enviaré un cheque. Entretanto, olvídate de mí.
WILLY (a Linda): Me odia, ¿te das cuenta?.
BIFF: Dame la mano, papá.
WILLY: Ni hablar.
BIFF: Confiaba en que me iría de otra manera.
WILLY: Pues así es como te vas. Adiós.
(Biff le mira un momento, y después se vuelve bruscamente y va hacia la escalera.)
WILLY (le detiene diciéndole): ¡Que te pudras en el infierno si te vas de esta casa!.
BIFF (volviéndose): ¿Qué quieres de mí exactamente?.
WILLY: ¡Quiero que sepas, en el tren, en las montañas, en los valles, dondequiera que vayas, que el odio es lo que ha destruido tu vida!.
BIFF: No, no.
WILLY: ¡El odio, el odio es la causa de tu ruina!. Y cuando estés sin blanca, recuerda cuál ha sido el motivo. ¡Cuando te estés pudriendo en alguna parte junto a las vías del tren, recuérdalo, y no te atrevas a echarme a mí la culpa!.
BIFF: ¡No te echo la culpa!.
WILLY: No pienso cargar con las consecuencias de esto, ¿me oyes?. (Happy baja la escalera y se queda en el primer peldaño, observando.)
BIFF: ¡Eso es precisamente lo que te estoy diciendo!.
WILLY (se deja caer sobre una silla, junto a la mesa, y le habla en tono acusador): Intentas clavarme un puñal…, ¡no creas que no sé lo que estás haciendo!.
BIFF: ¡Muy bien, farsante! Entonces pongamos las cartas boca arriba. (Se saca el tubo de goma del bolsillo y lo deja sobre la mesa.)
HAPPY: Estás loco… (Se dispone a agarrar el tubo, pero Biff lo mantiene sujeto.)
BIFF: ¡Déjalo aquí! ¡No lo toques!.
WILLY (sin mirar el tubo): ¿Qué es eso?.
BIFF: Sabes muy bien qué coño es.
La obra de Arthur Miller seguramente no se encuentre muy lejos con respecto a las obras de Samuel Beckett y del sentido trágico que las caracteriza. La imposibilidad de avanzar hacia el éxito personal y la necesidad del mismo habitan en la consciencia del hombre para convertirlo en esclavo de su condición humana. Aquí la única posibilidad de ser libre sería a través del trabajo, también así lo piensa Willy. Básicamente, en la ardua lucha por cumplir ese sueño que parece inalcanzable, lo único que puede aliviar el dolor es el autoengaño.
La tragedia de Willy radica en el hombre deseoso de mantener su dignidad personal. Un hombre dispuesto a todo por lograr ser reconocido, y ese deseo se convierte en un arma contra él mismo. Willy Loman piensa que le ha faltado algo por hacer, que algo se le ha ido de las manos. Por consiguiente, siente culpabilidad no solo cuando es testigo del fracaso de su hijo Biff, sino también cuando es consciente del suyo propio, cuando ve a Linda zurciendo las medias que podía haberle regalado él, cuando nota que su jardín no tiene plantas como antes, cuando se da cuenta que quizás debía haberse ido a Alaska con Ben (su hermano), cuando siente que se ríen de él por bromear demasiado, o por su aspecto. Willy será la representación del hombre acabado y destruido por el sueño americano.
Finalmente, el único camino posible para el protagonista será el suicidio. La tragedia como única alternativa para el hombre americano. Si lo logra, su hijo Biff sabrá que su padre es muy querido por todos, pues al funeral vendrán gente de todas partes. La familia tendrá veinte mil dólares por el seguro de vida, lo cual recompensará a Linda y podrá mostrar a todos que él también puede hacer fortuna, al igual que su hermano Ben. Pero todo esto no es más que parte del engaño que se procura Willy Loman hasta su muerte.
Enlace de interés:
https://escuelaproletaria.files.wordpress.com/2010/09/miller-arthur-muerte-de-un-viajante.pdf