Alumnos del Taller de Teatro en IES Isabel la Católica en Madrid.

En este mes de marzo hemos dedicado nuestro tiempo al Taller de Teatro (Iniciación a la Interpretación), impartido en el Instituto Isabel la Católica en Madrid para los alumnos de Bachillerato en Artes Escénicas. Durante el taller, confirmamos una vez más la importancia de una educación didáctica y libre de prejuicios, en el sentido de la ardua tarea de desprendernos de la idea de tener que «hacerlo bien» o buscar el resultado antes de dedicarnos al proceso.

Como «magia potagia» ocurre lo esperado, al dejar claro en el proceso de aprendizaje que el trabajo trata de investigar, de dejarse llevar por lo planteado y de descubrir las cosas que pueden suceder, nacidas de ellos mismos y de manera honesta, sin pretender hacer nada y sin tener que demostrar nada a nadie, los alumnos, al sentirse libres de «evaluación» en escena o de tener que ser «buenos actores», brindan vuelo a la imaginación y a la creatividad individual.

Por otra parte, durante el proceso de creación, al dejar pactado que, además del compromiso del trabajo individual, existe un compromiso que va más allá y que nos permite de una manera eficaz despojarnos del estrés que implica «abandonarse» en escena emocionalmente y que todos nos estén observando, se consigue un espacio en el cual cada uno de los actores puede encontrar la diversión y de alguna manera también «limar asperezas» con ellos mismos y con los demás, todo ello mediante el juego. La clave, ese compromiso, consiste en que durante este proceso de aprendizaje, en el probar, lo más importante no somos nosotros sino el compañero, el otro.

Ese otro, nuestro partenaire, tiene algo que decir y en dependencia del texto y del trabajo actoral desea algo de nosotros dentro de la ficción, por ende, pretende «modificarnos» durante la escena. Contando con estas premisas dadas, el trabajo resulta más amplio, satisfactorio y por supuesto sano.

No es de extrañar que sin cuidar estas bases necesarias, no solo en el ámbito teatral, el trabajo parezca muchas veces un obstáculo casi imposible de superar, y que para lograrlo tengamos que dedicar tanta energía como nos sea posible. Al culminar el proceso podríamos terminar cansados, agotados emocionalmente y muchas veces con la sensación de haber entregado más de lo justo.

Durante nuestra experiencia en el taller, la dinámica de trabajo alcanzó tal compromiso mutuo que tuvimos la satisfacción no solo de haber descubierto partes de nosotros mismos, sino también de nuestros compañeros. Aprendimos juntos, nos sorprendimos gratamente, y cada uno de nosotros conseguimos ese espacio donde pudimos ser libres para expresarnos, para crear e imaginar un mundo ideal, donde la bondad, la generosidad y el respeto se afianzaban al unísono.

Creemos firmemente en seguir apostando por una educación sin ataduras, una educación «universal» en la que los valores fundamentales del ser humano sirvan como herramientas durante todo el proceso de aprendizaje. Por el contrario, no creemos en una enseñanza que se conciba como un aspecto separado a la educación en valores, sino todo lo opuesto, pues el mejor proceso de aprendizaje debe descansar, en nuestra opinión, sobre los valores que hacen posible que seamos mejores individuos. Estos valores nunca deberían verse subyugados por el afán de conseguir un determinado o deseado resultado, máxime si es impuesto.

No podemos evitar sentirnos más que agradecidos por la entrega y el talento de estos muchachos que hoy, estamos seguros, sueñan con un mundo mejor, un mundo en el cual sea posible pensar y actuar sin ser juzgados. Por ellos y por aquellos que están por venir, seguiremos creyendo en el arte como un medio idóneo para sacar a flote lo mejor de nosotros mismos, cosa necesaria para la vida en una sociedad preocupada por sus comunidades, la coexistencia de los diversos grupos sociales y la inclusión de los mismos.

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