Imagen de la escena «La Cabeza del Dragón» de la obra Valle-Inclán. Avaricia, Lujuria y Muerte. Foto: Gustavo Morales.

Ya ha «pasado a la historia» eso que creían muchos sobre los actores. Seguramente algunos de nosotros hemos oído alguna vez que ser actor es sinónimo de «buena vida» y «poco trabajo». Por suerte, el tiempo y el crecimiento de la cultura teatral y cinematográfica han demostrado lo contrario. Y es que ser actor es una profesión como otra cualquiera, la cual implica, al igual que ser fontanero, trabajo, dedicación y seriedad.

El actor no solo ha de memorizar largos textos, sino también construir a partir de estos el carácter a representar. Muchos actores fracasan en su empeño por convertirse en «famosos» o simplemente tener «éxito». Existen, a modo general, actores talentosos que no logran tener un espacio a largo plazo dentro de la industria de la interpretación. Pero, ¿por qué sucede esto?. Independientemente de la existencia o no de «un golpe de suerte», repasemos algunas de las tareas inherentes al arte interpretativo:

El estudio constante de textos, literatura, autores y géneros dramáticos resulta ser una misión que ha de plantearse un actor a la hora de desarrollar su trabajo y talento. Esta labor hará de manera definitiva que el actor tenga un bagaje amplio de las diferentes herramientas que utilizará a la hora de enfocar su trabajo, y a la hora de comprender el trabajo que le exige el director.

El aprendizaje y memorización del texto que se va a estrenar, consecuencia no solo de un compromiso consigo mismo y con el director de la obra, sino con cada uno de los miembros del equipo, técnicos y artistas que comparten con él la escena. Si vamos más allá, también con el público y con el propio autor, sea este contemporáneo o no.

Mantener una determinada salud mental y física. El cuerpo, la mente y la voz del actor son definitivamente la primordial herramienta a la hora de interpretar. Muchos actores no son conscientes de la importancia de pasar un período de terapia emocional o relacional con un especialista. Mantener el «espacio» íntimo sano a la hora de la creatividad dará más juego y una infinidad de caminos que experimentar durante este proceso de creación.

Desarrollar la empatía no solo por el carácter que toque jugar en cada obra, sino también por todo el equipo artístico y técnico. El esfuerzo de trabajo no pertenece en exclusiva al actor. La humildad y el respeto por el trabajo de los demás hará que durante el proceso creativo haya armonía y consenso colectivo, por ende, esto le brindará más valor y calidad al trabajo en general.

Llevar a cabo el trabajo de principo a fin. Estar presente de manera puntual durante todo el proceso y durante toda la planificación de ensayos y demás tareas necesarias para que la obra teatral o la película salga adelante. Hay que tener en cuenta que el compromiso no se limita al equipo creativo, sino a todos los implicados en un estreno. Las salas teatrales, las fechas de estreno, el marketing y publicidad de la obra, el contrato existente de la misma con otras instituciones, la producción, etc., son elementos a tener en cuenta a la hora de comprometerse con el trabajo.

Si a todo esto sumamos el trabajo con los objetos, el vestuario, el espacio, la relación con el otro, la escucha, el estar presente para lograr la mayor verosimilitud posible, el trabajo para y con el otro, y el trabajo interno del carácter que se interpreta, resulta agudo afirmar que el trabajo del actor implica una entrega y dedicación absoluta. De este modo, podríamos comparar su nivel de concentración con la de un controlador aéreo.

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