Antonio Machado es uno de los autores que integran la llamada Generación del 98, término que acuñó Azorín a un grupo de artistas coetáneos que compartían estilos y filosofía de vida.

El autor nace en Sevilla el 26 de julio de 1875. La infancia en esta ciudad la vemos evocada en los poemas que componen su libro “Campos de Castilla” de 1912, el mismo año en que muere su esposa Leonor. En su poema “Retratos”, evoca sin duda alguna esos primeros años vividos en Sevilla:

Mi infancia son recuerdos de un patio de Sevilla
y un huerto claro donde madura el limonero;
mi juventud, veinte años en tierra de Castilla;
mi historia, algunos casos que recordar no quiero.

Ni un seductor Mañara ni un Bradomín he sido
—ya conocéis mi torpe aliño indumentario—;
mas recibí la flecha que me asignó Cupido
y amé cuanto ellas pueden tener de hospitalario.

Hay en mis venas gotas de sangre jacobina,
pero mi verso brota de manantial sereno;
y, más que un hombre al uso que sabe su doctrina,
soy, en el buen sentido de la palabra, bueno.

Adoro la hermosura, y en la moderna estética
corté las viejas rosas del huerto de Ronsard;
mas no amo los afeites de la actual cosmética
ni soy un ave de esas del nuevo gay-trinar.

Desdeño las romanzas de los tenores huecos
y el coro de los grillos que cantan a la luna.
A distinguir me paro las voces de los ecos,
y escucho solamente, entre las voces, una.

¿Soy clásico o romántico? No sé. Dejar quisiera
mi verso como deja el capitán su espada:
famosa por la mano viril que la blandiera,
no por el docto oficio del forjador preciada.

Converso con el hombre que siempre va conmigo
—quien habla solo espera hablar a Dios un día—;
mi soliloquio es plática con este buen amigo
que me enseñó el secreto de la filantropía.
Y al cabo, nada os debo; debéisme cuanto he escrito.

A mi trabajo acudo, con mi dinero pago
el traje que me cubre y la mansión que habito,
el pan que me alimenta y el lecho en donde yago.
Y cuando llegue el día del último viaje
y esté a partir la nave que nunca ha de tornar,
me encontraréis a bordo ligero de equipaje,
casi desnudo, como los hijos de la mar.

Aquí se puede apreciar la carga simbólica que Antonio Machado consigue a través del agua como elemento. Y es que el simbolismo será una de las corrientes artísticas fundamentales dentro del acentuado sincretismo que caracterizó al modernismo literario, y al que fueron partidarios los autores que integraban la Generación del 98. Ambos movimientos literarios, el Modernismo y la Generación del 98, se establecieron en España casi al unísono en el período final del siglo XIX.

En este poema, donde prevalece el agua como elemento simbólico, vemos que el manantial representa la fuente de la vida. Por el contrario, en la última estrofa donde el autor hace alusión a “el último viaje” se refiere a la muerte. Jorge Manrique, poeta del prerrenacimiento, ya sugería la vida con el río y la muerte con el mar, donde a través de este viaje natural del agua representaba el paso del tiempo con su principio y su fin. Del mismo modo, Antonio Machado parece servirse de ello para simbolizar con el viaje hacia el mar y en una “nave que nunca ha de tornar” la muerte.

En cuanto a la métrica, recordemos que en el modernismo era frecuente encontrar sonetos construidos con versos alejandrinos y romances de hasta catorce sílabas. Aunque la estrofa que más se repite, según los estudios realizados en relación con esta etapa artística y poética, es la silva, encontrada por ejemplo en poemas de Miguel de Unamuno, el autor de la “Niebla” (Nivola), una obra que muestra el afán en la época de renovar las letras hispanas.

Volviendo al libro de Antonio Machado, “Campos de Castilla”, el autor conserva la estética del Modernismo por la carga simbólica presente en la descripción y elogio al paisaje nacional, a través de campos semánticos (tema recurrente en sus poemas). Cabe señalar que el poeta de la Generación del 98 irá alejándose del Modernismo poco a poco para alcanzar su propia estética, sobre todo en la última etapa del movimiento literario. El lenguaje será más rudo, sobrio, conciso y estará cargado de ideología, con el fin de concienciar. A través de este lenguaje, la Generación del 98 describirá de forma casi lineal los campos de España en su afán de renovación y búsqueda de la esencia española. Para ello sus integrantes van a recurrir también a la subjetividad y a las corrientes filosóficas surgidas en la época, sobre todo al existencialismo. De esta manera, a diferencia del Modernismo que buscaba adentrarse en todo aquello que reflejara sutil belleza, preocupado por las formas más que por el contenido, tratando temas gratificantes con lugares imaginados y fantásticos, la Generación del 98 prescindirá de todo preciosismo, centrándose en lo auténticamente esencial para brindar más importancia a la carga ideológica.

Antonio Machado tuvo etapas asociadas a ambos movimientos literarios, existiendo, por ejemplo, una importante distancia entre el estilo de “Soledades”, su primer libro de poemas, y la poesía posterior a este, centrados en la problemática de España o sobre la guerra civil.

Para ahondar en la obra de Machado habría que acercarse concretamente a los estudios realizados sobre la Generación del 98 y sobre el Modernismo. Para ello, dedicaremos nuestro próximo blog a este tema. Pero sí podemos hoy mencionar algunos sucesos importantes en la vida del autor, para poder comprender de manera más diáfana el contexto y los acontecimientos artísticos y sociales de su época, entorno en el que se desarrolla su obra.

Antonio Machado con ocho años de edad, junto a sus dos hermanos, Jose con cuatro y Manuel con nueve, ingresa en la Institución Libre de Enseñanzas. Esta institución se basaba en un proyecto pedagógico desarrollado en España entre los años 1876 y 1936, y se inspiraba en la filosofía krausista que, de acuerdo con las investigaciones, introduce en Madrid Julián Sanz del Río. Este proyecto pedagógico tuvo una gran repercusión en la vida intelectual de España, alcanzando su máximo desarrollo gracias al director de la institución Francisco Giner de los Ríos, profesor al que machado dedica su poema “Elegía al maestro Giner” en 1915.

El autor vive la bohemia madrileña en toda su intensidad, un estilo de vida que se aparta de las convenciones sociales de la época. A finales del siglo XIX, coincidiendo con el surgimiento del simbolismo literario en Francia, el autor asiste a tertulias y a cafés de artistas, se relaciona con autores como Valle-Inclán (creador del esperpento) y con Juan Ramón Jiménez, autor de “Platero y yo”, obra con influencias becquerianas. Años más tarde Machado expresaría:

“Desde los ocho a los treinta y dos años he vivido en Madrid con excepción del año 1899 y del 1902 que los pasé en París. Me eduqué en la Institución Libre de Enseñanza y conservo gran amor a mis maestros: Giner de los Ríos, el imponderable Cossío, Caso, Sela, Sama (ya muerto), Rubio, Costa (D. Joaquín —a quien no volví a ver desde mis nueve años—). Pasé por el Instituto y la Universidad, pero de estos centros no conservo más huella que una gran aversión a todo lo académico”.

Este sentimiento de oposición al academicismo estará presente tanto en los autores del Modernismo, como en los de la Generación del 98. La rebeldía se verá expresada a través de la evasión y la ruptura con todo lo anterior, marginalizando al realismo y a la ilustración, dando paso a lo sensorial con el fin de quebrar toda rigidez, presente en la literatura realista. En esta época de pleno apogeo literario Machado publica “Soledades”, que comienza a escribir en Paris, ciudad donde conoce a Rubén Darío, quien para muchos sería el mayor representante del Modernismo. En este poemario, influenciado por la poesía de Rubén Darío, el autor se sirve de la descripción del escenario campestre para reflejar su mundo interior, recurre a lo simbólico y a lo sensorial, utiliza la sinestesia, la rima asonante de los versos pares, propios del romance, y los combina con versos largos y cortos. Todo ello exaltando la belleza de los parajes descritos con sutil lenguaje intimista y con un marcado ritmo en el verso.

Antonio Machado irá alejándose del Modernismo y de la influencia del poeta nicaragüense, llegando a escribir en 1917, año en el que publica su segundo libro de poemas “Soledades. Galería. Otros poemas”, lo siguiente:

”Pensaba yo que el elemento poético no era la palabra por su valor fónico, ni el color, ni la línea, ni un complejo de sensaciones, sino una honda palpitación del espíritu; lo que pone el alma, si es que algo pone, o lo que dice, si es que algo dice, con voz propia, en respuesta al contacto del mundo”.

En “Campos de Castilla”, el autor prefiere una interpretación más real y concreta de la vida española, los poemas evidencian la belleza de lo cotidiano mediante la lírica y la narrativa, alcanzando una poética más intensa. En resumen, describe una España distinta:

“…Esa España inferior que ora y bosteza, vieja y tahúr, zaragatera y triste; esa España inferior que ora y embiste…”

La obra de Antonio Machado refleja el enérgico compromiso social y político con la España de finales del siglo XIX y principios del XX. En 1936, con la guerra civil española y seguramente tras el asesinato de Lorca, el autor en contra de su deseo abandona la ciudad de Madrid e inicia un largo camino al exilio. Pasa por Valencia y Barcelona, hasta que en 1939 decide partir a Francia junto a su familia. El poeta muere el 22 de febrero de ese mismo año.

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